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Biografía de Spurgeon

ISBN: 978-84-7645-226-8

Pocos son los que no han oído hablar de C. H. spurgeon. Los que han leído alguno de sus libros o predicado en base a sus sermones se cuentan no por millares sino por millones.

Sin embargo, muy pocos conocen su vida y entienden las particularidades que transformaron a un joven inglés nacido a mediados del siglo pasado en uno de los más grandes siervos de Dios en la historia: su infancia, su juventud, su llamado al ministerio, sus luchas, sus derrotas y sus victorias.

Este libro brinda una perspectiva completa y a la vez todo un tesoro de detalles históricos sobre los acontecimientos que influyeron en la personalidad y el éxito del que sería conocido y recordado como «el príncipe de los predicadores». A través de sus páginas el lector conocerá su ascendencia de una familia de Hugonotes, su llamado al ministerio, su labor de enseñanza a través del Colegio de Pastores, su obra literaria que ha permanecido como su mejor legado a las futuras generaciones, su labor de apoyo a las viudas y los huérfanos y también la importancia de su matrimonio con Sara, la mujer que desempeñó un papel crucial en su vida.

Su lectura será de mucha inspiración a todos los líderes cristianos del siglo XXI que desean desarrollar y ejercer un ministerio de predicación eficaz.
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Charles Haddon Spurgeon, nació Kelvedon, Reino Unido, el 19 de junio de 1834, en una familia de tradición puritana, hijo primogénito del pastor John Spurgeon y su esposa Eliza, un fecundo matrimonio que engendró 17 hijos, aunque sólo 8 de ellos alcanzaron la edad adulta.

Bajo la tutela de su padre y su abuelo fue educado en la más estricta tradición puritana. Aprendió a leer con la Biblia, que leía diariamente en el “culto familiar”, y los 6 años de edad leyó la alegoría de John Bunyan “El Progreso del Peregrino”, que llegó a releer más de 100 veces a lo largo de su vida. De joven demostró una marcada habilidad por las matemáticas y destreza para el dibujo. Pero lo que destacaba en él era su inteligencia y extraordinaria memoria. Su principal afición era la lectura. Leía seis libros a la semana y podía memorizar lo más importante de lo leído, siendo capaz de recordar el autor, el título de la obra e incluso párrafos enteros años después de haberlos leído.

Aunque su mente juvenil abrigaba muchas dudas, había en su interior marcadas inquietudes e inseguridades espirituales. La idea del pecado lo aterrorizaba, y cuanto más leía la Biblia más le parecía que lo escrito en sus páginas lo amenazaba y pesaba sobre él como una losa. La mañana del 6 de Enero de 1850, con 15 años de edad, caminaba hacia la iglesia cuando una tormenta de nieve le impidió llegar y acabó refugiándose en una pequeña capilla metodista de Colchester. El pastor de aquella iglesia tampoco había podido llegar y el culto estaba a cargo de uno de los laicos, que comenzó a predicar sobre el texto de Isaías 45:22: “Miradme a mí, y sed salvos, todos los confines de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más”. De pronto, según palabras del propio Spurgeon, el predicador miró directamente hacia él, que estaba cabizbajo, y le dijo sin más: «Joven, pareces infeliz y abatido; y lo seguirás estando toda tu vida, hasta la hora de tu muerte, si no obedeces las palabras de este texto. Pero si lo haces, serás salvo en este mismo instante». Spurgeon, que efectivamente estaba abatido porque se sentía culpable, entendió que únicamente Dios podía salvarlo y levantó la mirada, cosa que el predicador aprovechó para decirle: «Mira a Cristo Jesús. ¡Míralo!, ¡Míralo!, lo único que tienes que hacer es mirarlo y vivirás». Spurgeon nos cuenta que entonces vino a su mente el recuerdo de la serpiente de bronce levantada por Moisés en el desierto, que sanaba instantáneamente a las gentes que la miraban. Como tiempo después él mismo explicaría: «Dios abrió mi corazón al mensaje de salvación».

Comenzó a buscar una iglesia más acorde con su nueva concepción de la fe y dio con una pequeña congregación bautista en Isleham. Escribió respetuosamente a sus padres comunicándoles su deseo de pasar a formar parte de la iglesia bautista, bautizarse de nuevo por inmersión, y dedicarse al ministerio pastoral. Una decisión que, pese a ser respetada, no fue demasiado bien recibida, especialmente por parte de su madre, quien le escribió diciéndole que había estado pidiendo a Dios reiteradamente que su hijo se mantuviera en sus caminos, pero no que se hiciera bautista. Spurgeon le contesto: «Esta visto, mamá, que Dios, en una clara demostración de su notoria abundancia y plenitud, ha colmado tus deseos en exceso». Pero finalmente, sus padres dieron su consentimiento.

Sin haber asistido a ningún seminario, únicamente con formación autodidacta leyendo libros y tras ser aconsejado por algunos tutores, a los pocos meses, finales de 1850, Spurgeon predicó su primer sermón. Y a comienzos de 1851 asumió el pastorado de una pequeña congregación bautista en Waterbeach. Dos años después, en 1853, publicaba su primer trabajo escrito, un pequeño folleto evangelístico de cuatro páginas titulado: “Salvation and Safety”, “Salvación y Seguridad”, pero más conocido como “Gospel Tract”, “Breve tratado sobre la palabra de Dios”.

Entre tanto, en Londres, la iglesia bautista de New Park Street que durante casi 150 años había sido el “buque insignia” del movimiento bautista en el Reino Unido, cuyo púlpito habían ocupado hombres tan insignes como Benjamin Keach [1640-1704], John Gill [1697-1771] y John Rippon [1751-1836], se hallaba agonizando. Los cambios urbanísticos provocados por la revolución industrial la habían dejado relegada a un barrio periférico y lo que antaño fuera una congregación de 1200 personas había quedado reducida a menos de 200. Por una serie de circunstancias, la congregación decidió ofrecer en 1854 el cargo de pastor a Spurgeon, que tras un período de prueba decidió aceptar. Así, con 20 años de edad se vio súbitamente predicando en el púlpito que antaño ocuparan Keach, Gill y Rippon.

El nuevo estilo de predicación del joven pastor de provincias, directo, bien expresado, y netamente evangélico, impactó en la sociedad londinense de la época. En poco menos de un año el histórico edificio de New Park Street se había quedado pequeño, y Spurgeon decidió alquilar para celebrar los cultos un edificio público, el Exeter Hall, con capacidad para 4000 personas; y cuando éste también se quedó pequeño, el Surrey Gardens Music Hall, con capacidad para 8.000.

Pero el éxito sin precedentes del joven “intruso” de provincias no fue bien asimilado ni por la casta clerical londinense, ni por sus propios compañeros, que comenzaron a criticarlo y tacharlo de ególatra. Por su parte los periódicos liberales, molestos con las ideas conservadoras del nuevo predicador, lo atacaron duramente caricaturizándolo de charlatán y calificándolo de bufón iletrado y sin preparación académica.

Pero las críticas no hacían mella en las multitudes que iban a escucharlo y seguían abarrotando las predicaciones de Spurgeon. Como tan descriptivamente lo plasmara años después un joven estudiante de teología norteamericano, D. C. Davidson:

«En cuanto Spurgeon predicaba las simples y añejas doctrinas de la Cruz, el fuego pentecostal bajaba desde el cielo sobre la gente. Vi en ese tabernáculo a multitudes enteras movidas por el aliento de Dios cual el viento mueve los árboles del bosque. En comparación con la fosa séptica de la teología crítica alemana en la que yo había estado inmerso, aquello me parecía el tercer cielo».

En 1856 Spurgeon contrajo matrimonio con el amor de su vida, una bella joven a la que él mismo había bautizado, Susannah Thompson. Susannah, además de darle dos hijos gemelos, Thomas y Charles Jr.,[8] se convirtió en su secretaria personal. El ministerio seguía en auge ascendente, y con veintidós años de edad, Charles Haddon Spurgeon se había convertido en el predicador más famoso de todo Reino Unido con proyección a los Estados Unidos y otros países.

El 19 de octubre de 1856, diez mil personas se apretujaban en la platea y galerías del Surrey Music Hall para escuchar al predicador, y otras diez mil esperaban pacientemente fuera en los jardines. Al poco de comenzar, mientras Spurgeon estaba orando, alguien gritó malintencionadamente: “¡Fuego!”. La gente comenzó a correr enloquecida, y en la estampida se produjeron siete muertes y veintiocho personas tuvieron que ser hospitalizadas. La prensa londinense se ensañó con el joven predicador, que cayó en depresión y se recluyó por varias semanas. Pero la congregación lo respaldó y apoyó unánimemente, y decidieron levantar un nuevo local de cultos con capacidad para 6.000 personas al que pusieron el nombre de “Metropilitan Tabernacle”, y en el que se celebraban varios cultos a fin de poder acoger no sólo a los miembros de la congregación, que rondaban ya esa cifra, sino al enjambre de visitantes. Destruido por dos incendios -uno en 1898 y otro en 1941 a causa de los bombardeos alemanes-, el “Metropilitan Tabernacle” fue reconstruido y sigue en activo como iglesia bautista independiente hasta el día de hoy.

Spurgeon creía firmemente y sin reservas mentales en todo lo que predicaba, y no se cortaba un ápice a la hora denunciar y oponerse claramente a cualquier cosa que bajo su criterio se apartara de los principios de la verdad revelada en la Escritura, por más que hacerlo lo situara en el terreno de lo políticamente incorrecto. Sus denuncias contra la esclavitud eran tan duras que fueron censuradas en los Estados Unidos en la edición impresa de sus sermones, se boicotearon sus libros y en algunos estados del Sur se llegaron a organizar piras para quemarlos públicamente. El 5 de Junio de 1864 predicó un sermón en contra del bautismo de niños titulado “Baptismal Regeneration”, “Regeneracion bautismal”, que levantó ampollas en la Iglesia Anglicana oficial y lo obligó a tener que retirarse de la Evangelical Alliance. Y en 1887 publicó una serie de artículos en contra de la deriva liberal del pensamiento teológico dentro de la propia Unión Bautista, que en su opinión estaba “degradando” la fe, lo cual lo llevó a romper con la Unión y separarse de ella.

Esto le valió entre algunos de sus contemporáneos la fama de hombre adusto y poco tratable, de carácter irascible, y llegaron a calificarlo como “el último de los puritanos”. Pero un análisis más amplio de su personalidad demuestra que semejante visión no es más que una de las muchas caricaturas que hicieron de él sus adversarios, puesto que numerosas facetas de su vida y ministerio prueban que era una persona abierta, agradable y cariñosa, siempre preocupada por los demás y con un peculiar sentido británico del humor. Prueba de ello son dos facetas poco conocidas de su vida:

Por un lado, era su costumbre visitar a los enfermos[13] y orar por ellos pidiendo sanidad divina, cosa que le valió por un lado las críticas de muchos y por el otro la fama de estar en posesión de un don especial de sanidad. Hasta el punto que uno de sus biógrafos contemporáneos, el pastor bautista norteamericano Russell H. Conwell, afirmó de él que: «Probablemente, de ningún otro hombre, ni en Inglaterra ni en los Estados Unidos, puede decirse que haya curado a tanta gente (en el Siglo xix) como C. H. Spurgeon, a pesar de que no era médico y jamás escribió una sola receta».

Por otro, estaba su sensibilidad poética. Spurgeon escribía poemas y componía himnos. Uno de sus más bellos y conocidos poemas, “Immanuel”, es todo un alarde de sensibilidad poética, inspiración y testimonio de la esperanza cristiana. Escribió diez himnos y versificó catorce salmos, todos ellos incluidos en un himnario que él mismo recopiló y publico en 1866 para su uso en el Metropolitan Tabernacle, bajo el título de “Our Own Hymn Book, a Collection of Psalms and Hymns for Public, Social and Private Worship”, “Nuestro propio Himnario, una colección de Salmos e Hinmos para la alabanza en público, social y privada”.

Con independencia de críticas o halagos, por encima de admiradores y detractores, el ministerio de predicación de Spurgeon que posteriormente le valdría el apodo de “príncipe de los predicadores”, siguió en auge hasta el momento de su muerte y ha seguido impactando el mundo después de ella hasta el día de hoy.

El 7 de Junio de 1891 Spurgeon subió al púlpito del Metropolitan Tabernacle vestido como era habitual en él, con traje chaleco y corbatín, para predicar su último sermón. Ocho meses después, el 31 de Enero de 1892, a la edad de 58 años, partía hacia su hogar celestial en el pueblecito costero de Menton, cerca de Niza, Francia, donde se encontraba tratando de recuperarse de su enfermedad. Alrededor de 60.000 personas desfilaron por el Metropolitan Tabernacle para rendir un último homenaje a su féretro. Y con las tiendas cerradas y banderas a media asta, más de 100.000 se apretujaron en las calles de Londres a lo largo de los tres kilómetros de recorrido del cortejo fúnebre.

El Rev. Herbert Evans pronunció en su funeral estas palabras proféticas:

«Devolvemos el cuerpo de su habitación terrenal a la tierra, pero queda con nosotros un Charles Haddon Spurgeon al que no es posible enterrar; porque no hay en todo Norwood tierra bastante para sepultarlo: el Spurgeon de la historia».

 Una semana después, el líder bautista norteamericano B. H. Carroll, con su peculiar oratoria, predicaba en Texas un sermón completo sobre la influencia de Spurgeon en el mundo:

«Spurgeon ha muerto, sí. El más alto y robusto de los robles en el bosque del tiempo, ha caído. La voz más potente dulce y argentada que haya proclamado las buenas nuevas del evangelio desde los tiempos apostólicos, se ha apagado. La mano que firme empuñó la hoz que más espigas haya segado en los campos blancos y sazonados de la redención, yace ahora doblada e inerte sobre un pecho que ya no late, pero que mantuvo su pulso de empatía con todo dolor o alegría humana hasta su último latido. Pero estaba ya para ser derramado en libación;peleó la buena batalla, guardó la fe; y mientras nosotros lloramos, él ciñe ya la triple corona de vida, de gozo y de gloria que el Señor Juez justo le ha conferido (…) A la pregunta: ¿qué explicación tiene el fenómeno Spurgeon? Hay una sola respuesta: Dios».

 Cuando Spurgeon partió hacia su hogar eterno, su ministerio se había extendido ya a muchas otras facetas más allá de la predicación.

Fue autodidacta y no llegó a estudiar en ningún seminario teológico o institución académica.[23] Aunque recibió en vida numerosas ofertas de prestigiosas universidades para ser investido como Doctor Honoris Causa, las rechazó sistemáticamente alegando que los honores sólo correspondían a Dios. Su secreto estaba en la lectura y en su famosa biblioteca, que a su muerte contaba con más de 12.000 volúmenes, 1000 de ellos impresos anteriormente al año 1700. Ello no le privó, sin embargo, de una clara visión respecto a la importancia de la preparación académica de los pastores y predicadores, razón por la cual fundó en 1857 el famoso Pastor’s College, todavía activo a día de hoy, y que contaba ya a finales del Siglo xix con una media de 100 alumnos por curso. Spurgeon llegó a dar clases personalmente a más de 900 estudiantes. Pero el enfoque del Pastor’s College difería mucho de cualquier otro seminario teológico: su objetivo fundamental no era graduar teólogos sino preparar predicadores, formar a jóvenes para el púlpito en los principios de una predicación cristocéntrica. Como claramente lo expresó él mismo en un discurso a los estudiantes graduados el 14 de Abril de 1891:

«El Espíritu Santo no viene para glorificarnos a nosotros o a una denominación en concreto; ni tan siquiera, creo yo, para glorificar un esquema doctrinal determinado. Viene para glorificar a Cristo. Y si queremos estar en consonancia con él, nuestra predicación ha de glorificar a Cristo».

Otra de sus preocupaciones fue la obra social. Dos de sus grandes amigos y consejeros en este aspecto fueron Hudson Taylor y George Muller de Bristol. Fundó todo un entramado de organizaciones dedicadas a distribuir alimentos, ropa, y ayuda de todo tipo entre las clases pobres de la compleja sociedad victoriana en el Londres de mediados del siglo xix. Fundó el Stockwell Orphanage, que inauguró su ala masculina en 1867 y la femenina en 1879, donde más de 500 niños que de otra manera hubieran vagado por las calles de Londres, probablemente dedicados al pillaje y la prostitución, vivieron recogidos, alimentados y aprendiendo las enseñanzas de la Biblia. Aunque el orfanato como tal cerró sus puertas en Londres en 1979, su labor continua hasta el día de hoy con proyectos en Rumanía, Moldavia, Kenia y Uganda.

No obstante su dedicación fundamental, aparte de la predicación, fue el ministerio de la literatura. En 1855 la editorial londinense Passmore and Alabaster comenzó a publicar los sermones de Spurgeon semanalmente y a venderlos al coste de un penique, en lo que pronto se conoció como “Penny Pulpit”, “El púlpito a penique”, y solían venderse unos 25.000 ejemplares por semana. Luego eran publicados en la revista mensual The Sword and the Trowel y finalmente fueron agrupados en forma de libro hasta formar una colección de 63 volúmenes que sigue a la venta a día de hoy y de la se han vendido más de un millón de colecciones. Aparte de sus sermones, Spurgeon escribió muchos otros libros, buena parte de ellos traducidos al Español, como “Lecturas matutinas”, “Lecturas vespertinas” “El libro de cheques del banco de la fe”, “Discursos a mis estudiantes”, “Solamente de gracia” o “Buscadores de hombres”. Los sermones y libros de Spurgeon han sido traducidos a más de 20 idiomas. Pero la opus magna de su vida fue su comentario monumental a los salmos en 7 volúmenes, que presenta no sólo sus propias exposiciones al Salterio sino que cuenta además con transcripciones de otros autores cristianos desde los primeros siglos hasta su época. A finales del siglo xix se habían vendido ya por encima de 100.000 juegos y se estima que actualmente supera el millón.

John Piper, uno de los grandes admiradores y estudiosos de Spurgeon en nuestra época, a su vez uno de los líderes cristianos más reconocidos y valorados del siglo xxi dice al respecto:

«Spurgeon se erige todavía como el mejor testimonio de lo que sucede cuando el líder cristiano basa su ministerio en un amor centrado en Dios, en la exaltación de Cristo, y una llama de amor hacia el pueblo inflamada por las verdades reveladas en la Escritura».



Información adicional
ISBN 9788476452268
Autor Rodríguez Y García, Alfredo S.
Idioma es