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Barclay, William

Barclay, William
N. el 5 de diciembre en Wick (Escocia), en una familia de larga tradición evangélica. Su padre era banquero de profesión y predicador laico por vocación. El joven William acompañaba a su padre en muchos de sus compromisos de predicación. Sobre las rodillas de su madre fue entrando en el aspecto más personal y cálido de la fe.

Estudió en la Universidad y en el Trinity College de Glasgow, que completó con un semestre en la Universidad alemana de Marburgo.

El 20 de febrero de 1933 fue ordenado al ministerio de la Iglesia de Escocia. El 30 de junio contrajo matrimonio con kate Gillespie. Su primer y único pastorado fue en Trinity Church de Renfrew, donde permanecería casi catorce años (1933-47). Eran los días de la Depresión económica, “la era del Diablo”, como algunos la llamaban, con un alto índice de desempleo. Allí tuvo ocasión de desarrollar su teología de la vida común. Desde sus días de estudiante siempre le preocupó la relación entre el mundo de la Biblia y el del lector actual. La Iglesia creció de 1.074 a 1.418 miembros, y pasó de 28 a 40 ancianos.

En 1947 fue llamado a dar clases de lengua y literatura del Nuevo Testamento en la Universidad de Glasglow, lo cual hizo hasta su jubilación en 1974. Nunca buscó ser original, ni teológicamente creativo, sino un fiel expositor del texto bíblico, desde las alturas del siglo XX. “Soy muy consciente —decía— de que no soy un teólogo. Quiero decir, sé lo que puedo dar. Soy un buen lingüista y un buen conocedor del trasfondo e historia del NT, pero me desenvuelvo muy mal con ese lado de la teología que Tillich llamaba «conceptualización».”

En su vida personal quedó muy afectado por la muerte de hija, ahogada en el mar en agosto de 1956, “ese día hubo dolor en corazón de Dios”, dijo expresando sus propios sentimientos.

Polémico en su posición doctrinal, no ocultó sus dudas sobre muchos aspectos de la ortodoxia cristiana. Mantuvo la creencia en la salvación para todos (universalismo), en línea con Orígenes. Consideró los milagros de Jesús como símbolos de poder ultratemporales, de lo que Dios puede hacer en el mundo presente. Según el profesor Donald MacLeod, “la verdad es que Barclay parece haber permanecido siempre, hasta el fin, emocionalmente evangélico, pero intelectualmente su posición cambió drásticamente” (Evangelical Times, abril 1985). Su objetivo fue ser relevante a sus contemporáneos, con todos los riesgos y dificultades que supone semejante tarea.

Su nombre es recordado con con respeto y agradecimiento por los lectores de su comentario exegético y práctico del Nuevo Testamento, que conoció un éxito mundial sin precedentes. En él se da una perfecta combinación entre la interpretación del texto bíblico y su aplicación juiciosa y relevante para el lector moderno. Fue un gran comunicador, sea que lo hiciera por escrito o por las cámaras de televisión o micrófonos de radio o en la prensa diaria; Barclay lo llenaba todo con su presencia y con su voz. Su influencia se hizo sentir y amar por doquier. Su ejemplo de humildad no conocía límites. En todo se comportó como una persona dispuesta a servir, a negarse a sí mismo.

Aquejado de una larga enfermedad murió el 24 de enero de 1978. “Cuando me muera, me gustaría abandonar la habitación sin quejas, pues lo que importa no es lo que dejo, sino el lugar donde voy.”

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