Kagawa, Toyohiko
Su madre era una geisha de pies ligeros y de moralidad propia de su profesión de mujer pública. De esa unión ilegítima nació Toyohiko. A los cuatro años de edad perdió a sus padres y fue llevado con una hermanita mayor al hogar de sus antepasados en Awa, y confiado al cuidado de la esposa que su padre había abandonado y al de la abuela. En aquel viejo caserón señorial pasó su infancia, triste, solitario, desprovisto de cariño, maltratado a causa de cualquier insignificancia, contemplando la hipocresía de las clases altas de Japón y el sufrimiento intenso de los desheredados y de los trabajadores del campo.
De allí paso a una casa de estudios en Tokushima, donde entró en contacto con el cristianismo, resultado de lo cual se convirtió al Evangelio. Algún tiempo después ingresó en uno de los seminarios protestantes fundado por las misiones extrajeras, el Seminario Teológico Kobe.
Un día de la Navidad de 1909, habiendo ya renunciado a los privilegios de la aristocracia por abrazar la fe cristiana, escuchó el llamamiento que pasaba de la verdad a la piedad, el cual venía de los tugurios de los barrios bajos. Allí donde nadie bien considerado en la sociedad se atrevía a poner los pies, recinto de criminales y prostitutas, ciudad maldita de casas de juego y corrupción, marchó Toyohiko abandonando su cómoda residencia en el seminario. Cogió sus pocas pertenencias e hizo entrada solo y silencioso en los barrios bajos de Shinkawa. Se estableció es un cuartucho cuyas paredes estaban manchadas de sangre; se había cometido un crimen en aquel lugar y las gentes supersticiosas huían de allí. Su plan era hospedar a los leprosos, a las pobres mujeres de la calle, a los tahúres de conciencia entenebrecida, a las madres abandonadas y a los niños desnudos y hambrientos. Allí quiso escribir con los propios actos de su vida abnegada y vibrante una versión del Sermón del Monte. Por le llegaron a conocer como el “santo de Shinkawa”.
Comenzó su empresa contando únicamente con el ingreso mensual de cinco dólares y medio. Su tarea fue agobiadora. Carecía de amigos influyentes. Por otra parte, debía luchar contra la sólida muralla de la inercia y de la indiferencia. Pero no se limitó a su trabajo personal en favor de los necesitados sino que inició un movimiento popular cuyas consecuencias han sido aún mayores de lo que él podía imaginar. Recorrió el Imperio y desde la tribuna defendió su casa; bombardeó la prensa con artículos que describían gráficamente casos concretos, exhibiendo los resultados de sus estudios de primera mano y demostrando que la sordidez moral de los barrios bajos era fruto de su espantosa situación de desamparo y consecuencia del pecado social de la nación.
Fue a los Estados Unidos para mejorar su formación. Estudió en el afamado Princeton Theologcial Seminary (1914-16). A su regreso, prosiguió su batalla sin cuartel contra aquel estado de cosas. Sus novelas y sus libros sobre temas sociológicos, así como sus poemas, inundaron el país, alcanzando gran popularidad.
Al fin su pensamiento encarnó en la conciencia del pueblo. Fue el líder de movimientos gremiales de gigantescas proporciones. Los obreros de las ciudades y los campesinos le hicieron su jefe y su héroe; fue encarcelado varias veces (por su oposición pacifista a la 2ª Guerra Mundial) y durante muchos años fue objeto de la más rígida vigilancia por parte de la policía. No obstante, en las esferas del Gobierno comenzó a comprenderse sus propósitos y apreciarse su obra. En diferentes oportunidades fue requerida su colaboración en campañas oficiales. Durante la tarea de reconstrucción que siguió al terrible terremoto de 1923, que destruyó las dos terceras partes de la capital, as´^como el puerto de Yokohama, prestó valiosísimos servicios a su nación.
En 1926 el Gobierno, movido por las palabras y escritos de Kagawa, se decidió a extirpar los barrios bajos de las más grandes ciudades del Imperio. Diez millones de dólares se dedicaron a este fin. Las viviendas horrorosas de Shinkawa ya no existen; los barrios incubadores de crímenes han desaparecido. Las celdas han sido reemplazadas por casitas construidas de acuerdo a los cánones de arquitectura moderna. Los niños tienen escuelas y personas que se preocupen por ellos. El vicio es combatido incesantemente.
Sería injusto hacia muchas otras personalidades sociales del Japón atribuir todo este cambio a la exclusiva labor de Kagawa, pero es más que necesario señalarle a él como el iniciador heroico del movimiento.
Fue un místico y un asceta, un pacifista y emancipador de los pobres; un gran cristiano y un prominente líder de la Iglesia. Estableció iglesias, misiones, guarderías, escuelas cristianas; predicó extensamente por toda la nación, y ññevó a unas 225.000 almas a los pies pies Cristo.
Después de su muerte fue galardonado con el segundo más alto honor de Japón, la inducción en la Orden del Tesoro Sagrado. La Iglesia Evangélica Luterana en América le conmemora el 23 de abril como un renovador de la sociedad; y la Iglesia Episcopal (EE.UU.) también le honra con un día de fiesta en el calendario litúrgico.
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El Rey David
La vida de David, pastor, salmista y rey, ha inspirado la creatividad de todo tipo de artistas. Poetas, dramaturgos, novelistas, ensayistas y escultores, han visto en la figura de David un personaje ideal para estudiar y explorar, exponer y analizar, actualizar y describir, dibujar y esculpir… Biografías, novelas, películas y oratorios musicales han contado sus gestas, sus virtudes y sus errores. Los pinceles de Caravaggio, Pussin, o Rembrandt se extasiaron tratando de plasmar sobre el lienzo lo peculiar de su personalidad. El cincel de Donatelo, Verrogio, Bernini y especialmente de Michelangelo, alcanzaron su máxima inspiración movidos por su hermosura física. Los libros y comentarios biográficos escritos en diversos idiomas desde una perspectiva cristiana, no cabrían en una biblioteca. Y uno se pregunta ¿cabe añadir algo cosa más?
Aunque David ha generado en la historia mucha creatividad artística, tanto visual como literaria, las biografías científicas, sobrias y analíticas sobre su persona no abundan. Se pueden encontrar en castellano obras de corte homilético y espiritual, orientadas a la devoción, pero que no atienden las dificultades históricas, los desafíos éticos y las complejidades teológicas relacionadas con el personaje. Exploran, explican y actualizan algunas facetas gratas de su vida; sin embargo, en referencia al hombre que adultera, y que para encubrir su pecado es capaz de asesinar a un fiel y dedicado aliado y amigo, los estudios no son muchos. No es de extrañar, por tanto, que el doctor Angel Velez, Director de la Escuela de Teología de la Universidad de Puerto Rico, afirme categóricamente: «No hemos tenido acceso, por el momento, a muchos textos que ofrezcan mayor cantidad de datos o hayan trabajado con mayor rigor el número de fuentes en torno a David que esta obra del Dr. Pagán.»
El propósito de este libro, –en palabras del propio autor– es: «Explorar las complejidades de David, sus aspiraciones, proyectos y triunfos, junto a sus derrotas, ansiedades y pecados, más allá del “dulce cantor de Israel”. No intentamos presentar un David piadoso y consagrado, sino al hombre lleno de conflictos e incertidumbres» El objetivo del autor es identificar al David humano de ayer con los problemas del lector humano de hoy; y demostrarle como un personaje tan complejo y contradictorio, lleno de logros y limitaciones, virtudes y defectos, como David, puede en manos de Dios llegar a convertirse en una figura ideal, en un personaje emblemático, en un buen modelo para las generaciones subsiguientes, en una figura mesiánica.
El esfuerzo realizado por el autor ha sido gigantesco, si tomamos en consideración las dificultades de acceso a documentación relativa a este singular y enigmático personaje, fuera de las fuentes bíblicas. Pero el análisis magistral de las narraciones bíblicas, unido a las evaluaciones críticas de la información proveniente de la arqueología, pone de manifiesto claramente las destrezas académicas del autor, que ha logrado un texto ejemplar en el que se conjugan las exigentes demandas de la erudición académica con un estilo diáfano y transparente, las nuevas investigaciones exegéticas y hermenéuticas con la generosa claridad literaria. -
Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento- Daniel
No hay en la Biblia un libro más investigado y debatido que el de Daniel, en tanto que condensa de algún modo todo el mensaje y esperanza del Antiguo Testamento, y conectándolo de manera muy profunda al evangelio y las epístolas desemboca en el Apocalipsis. Fue ya discutido entre los rabinos judíos, lo fue en la iglesia primitiva, y después de la Reforma estudiado y comentado de manera intensa, calificado de esencial para entender el mensaje de Dios para los “últimos tiempos”. A partir del siglo XIX, el único comentario sobre Daniel considerado pieza clave y pivote indispensable de referencia por su análisis lingüístico exhaustivo del texto, es el de Carl Keil.Y es que libro de Daniel es único en la Biblia, no solo por su peculiar temática profético- apocalíptica, sino porque, en su forma actual, viene escrito en dos lenguas (hebreo y arameo), a las que se añaden, en la tradición alejandrina de los LXX, pasajes y capítulos en griego. Keil, desde la perspectiva evangélica, solo admite como canónicos los capítulos escritos en hebreo y arameo, de los que hace una exégesis filológica exhaustiva, pero no pasa por alto los demás elementos históricos y teológicos.
Hay en el libro de Daniel cuatro rasgos básicos que pueden y deben distinguirse, pero nunca separarse: El sapiencial, el apocalíptico, el histórico y el teológico. De su recta formulación en un contexto de fidelidad al mensaje del texto original depende la buena lectura y acertada comprensión de este importante libro sellado. Y Carl Keil hace gala de una habilidad sin precedentes a la hora manejarlos rectamente en una justa equivalencia.
Uno de los pasajes de Daniel que más ha influido, tanto en la apocalíptica judía como en la visión cristiana del fin de los tiempos, es el que habla de las setenta semanas o tiempos finales de la historia. Exegetas bíblicos judíos y cristianos han analizado a lo largo de la historia y siguen analizando el posible significado de estos años, tratando de calcular el fin de los tiempos. Keil aporta una de las interpretaciones más serias y convincentes. Se niega a identificar el “cuerno pequeño” con nada del pasado y “demuestra” con su exégesis del libro de Daniel que el Anticristo no ha llegado todavía pero viene en camino, como afirma el Apocalipsis de Juan.
Un comentario exegético al libro de Daniel como no existe otro: plantea y debate en profundidad las cuestiones de filología e historia desde la perspectiva académica, pero al final, sitúa al lector de manera silenciosa y reverente, ante el misterio de la vida como experiencia de lucha contra el mal y de la redención gratuita de Dios en Jesucristo, invitándole a mantenerse vigilante pero confiado ante el Anticristo que viene en la esperanza en la segunda venida del Cristo victorioso.
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El pensamiento de C.S. Lewis Más allá de la sensatez
Clive Staples Lewis (1989-1963) más conocido como C.S. Lewis, es uno de los escritores más conocidos y más leídos del siglo XX. Sus "Crónicas de Narnia", traducidas a más de 30 idiomas y con millones de ejemplares vendidos, han sido lectura favorita de varias generaciones, y adaptadas al cine por Disney, han deleitado y fascinado recientemente a millones personas. Y la obra cumbre del cineasta Richard Attenborough, "Tierras de penumbra", que narra la emotiva relación de Lewis con su esposa, la también escritora Joy Gresham que murió de cáncer a los 45 años, arrancó abundantes lágrimas a numerosos espectadores. No es tan conocido, sin embargo, el hecho de que el polifacético C.S. Lewis, erudito académico, profesor de literatura medieval y renacentista, crítico literario, locutor de radio, escritor y ensayista, fue también uno de los más grandes pensadores y apologistas cristianos de su época. Y que a pesar de que ser ateo en su juventud y declararse «muy molesto con Dios por no existir», después que de su conversión a los treinta años por influencia de J. R. R. Tolkien y G. K. Chesterton, su libro "Cristianismo...¡y nada más!" (o "Mero Cristianismo) adaptado de una serie de charlas radiofónicas en la BBC, se convirtió en un clásico de la apologética cristiana.