Carballosa, Evis Luis
Después de un ministerio pastoral y cinco años de profesorado universitario en EE.UU, marchó a España, donde fue el fundador y primer director del Instituto Bíblico y Seminario Teológico de España (IBSTE). Durante un tiempo fue rector del Seminario Teológico Centroamericano de Guatemala.
En la actualidad participa en el Instituto Bíblico Evangélico (IBE), promovido por las Asambleas de Hermanos en Vigo (Pontevedra), donde se encuentra como en su propia casa. “Yo soy —dice— de trasfondo gallego. Soy hijo de inmigrantes de ahí. Mi abuelo era militar español que fue enviado a Cuba”. El y su esposa son padres de cuatro hijos.
Acérrimo defensor del dispensacionalismo premilenial en escatología especializado en las 70 semanas de Danirl. Un exégeta popular y minucioso a la vez, con recurso constante a los textos originales y su gramática, a fin de que el estudioso bíblico pueda proseguir su propio y personal estudio inductivo de la Escritura.
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03. Curso de Formación Teológica Evangélica 3: El hombre, su grandeza y su miseria
El tema del hombre es siempre de singular relevancia. El hombre es, ante todo, un proyecto existencial con un destino eterno. A diferencia del resto de seres ¡vos, el hombre razona y se pregunta: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde me dirijo?. Sólo la Palabra de Dios tiene las respuestas correctas a estas inquietantes preguntas.
Por ello, la antropología cristiana es un elemento esencial dentro de los estudios teológicos. El presente texto analiza al hombre en sus aspectos orales y espirituales en cuatro fases: su creación, su estado original, su caída y su regeneración. -
Historia Eclesiástica de Eusebio: Siglo I hasta el siglo III
¿Qué sucedió realmente tras la muerte de los apóstoles, testigos privilegiados de Jesucristo? ¿Cómo afrontó el cristianismo la cultura grecorromana? ¿Cuál fue el alcance y significado de las persecuciones? ¿Qué supuso la conversión de Constantino para la Iglesia?
Salvo los túneles de las catacumbas, las reliquias y algunos documentos sueltos, poco nos quedaría para poder conocer e investigar con exactitud los avatares del cristianismo primitivo de forma ordenada, con toda riqueza de detalles, de no haber sido porque la Providencia de Dios levantó, como hace siempre, el hombre adecuado en el momento preciso: Eusebio de Cesarea, considerado «el Padre de la Historia de la Iglesia».
Aunque se desconoce con exactitud su procedencia (su nacimiento se calcula alrededor del año 255 d.C), las primeras referencias que tenemos de el lo colocan en Cesarea (de aquí el apodo que se añade a su nombre), ocupado en las tareas pastorales. Era un hombre amante de los libros, y uno de sus objetivos principales fue ampliar y enriquecer la importante biblioteca que había fundado Origenes en esta ciudad que tenía ya cerca de ¡30.000 volúmenes!, y que fue puesta bajo su cuidado.
Eusebio escribió numerosos libros de apologética, de doctrina y de geografía bíblica –como su famoso «Onomasticón», en el cual hace una relación ordenada de los principales lugares de Palestina y los identifica. Pero su obra magna fue la conocida Historia Eclesiástica, que le consagró como el primer historiador cristiano. La mayor parte de los documentos de patrística, –crónicas y obras apologéticas, escritas durante los 250 primeros años de existencia de la Iglesia para tratar de defenderse de las persecuciones imperiales y contener el avance de herejías nacientes– se hubieran perdido en medio de la situación adversa en que las comunidades cristianas luchaban por sobrevivir, de no haber sido porqué, Eusebio, se dedicó ha realizar un recuento de ellos y a escribir un relato ordenado de los acontecimientos de la Iglesia Primitiva, desde los tiempos de Cristo hasta la época de Constantino.
El propio Eusebio nos explica el plan y propósito de su obra con estas palabras:
«Me he propuesto redactar las sucesiones de los santos apóstoles desde nuestro Salvador hasta nuestros días; cuantos y cuan grandes fueron los acontecimientos que tuvieron lugar según la historia de la Iglesia y quienes fueron distinguidos en su gobierno y dirección en las comunidades mas notables...añadiré a todo esto los incidentes que sobrevinieron a todo el pueblo judío desde el momento de su complot contra nuestro Salvador, y también de los paganos que lucharon contra la palabra divina así como la grandeza de los que en su tiempo atravesaron el martirio. Por tanto daré comienzo a esta obra partiendo de la dispensación de nuestro Salvador y Señor Jesús, el Cristo de Dios...pues quién pretenda redactar los origenes de la historia eclesiástica será necesario que empiece con la primera dispensación de Cristo mismo, ya que de El tenemos el honor de recibir su nombre...así pues, pedimos a Dios su dirección y la ayuda del poder del Señor...ya que hasta el momento presente somos los primeros en entrar en esta labor como intentando seguir un sendero desierto y sin hollar...»
Impresiona pensar que estas palabras fueron escritas por Eusebio apenas tres siglos después de la muerte de Cristo, en una epoca en la que la sangre de los mártires estaba tierna aún en circos y cárceles imperiales.
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21. Comentario al Libro del Apocalipsis
El Libro de Apocalipsis es uno de esos libros de la Biblia que cada persona que lo lee saca conclusiones distintas, y algo que ha venido sucediendo prácticamente desde que fue escrito.El valor del comentario de Mounce radica en que tras hacer una breve referencia a las principales interpretaciones, aporta un verdadero análisis con enfoque académico, pero escrito en un lenguaje asequible para todos. Se trata de un comentario al Apocalipsis de alto nivel, pero legible. Interactúa con una diversidad otros eruditos, exponiendo múltiples interpretaciones y concepciones, pero se asegura siempre de que al lector le quede muy claro cual es la posición que él personalmente defiende, evitando que se pierda en el debate y quede un tanto confuso, cosa que en otros comentarios académicos sucede con frecuencia.
Evita malgastar excesivo tiempo en buscar las fuentes. Si bien asume que Juan encuentra su base documental en otros escritos de la Biblia hebrea, como Ezequiel y Daniel, y que hay abundante material paralelo en la apocalíptica judía, asume que si el apóstol comienza diciendo: “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio” (1:1), es porqué así la recibió.
Lee Apocalipsis dentro de su contexto cultural, y acepta que el propósito primario es fortalecer a los creyentes abrumados por las duras persecuciones desencadenadas por Roma, dejándoles claro que el Cordero inmolado había sido hecho Señor de la historia. Pero entiende también que las predicciones de Juan encontrarán su cumplimiento final y pleno en los últimos días de la historia que están por venir. En su opinión, esta combinación entre el presente y el futuro en las visiones de Juan, es del todo consistente con todo el resto de profecía en el Nuevo Testamento. Se declara personalmente premileniarista, pero deja claro su aprecio y más profundo respeto por sostienen otros puntos de vista.
Como es habitual en los comentarios de la serie, todo el aparato crítico y análisis gramatical y lingüístico del texto griego, se desgaja del la exposición principal y se incluye en notas al pie